Estaba
tremendamente cansado, agotado por el largo y duro viaje que se
habían visto obligados a realizar sin apenas paradas. Se habían
turnado al volante del viejo camión, durante cientos de kilómetros
por las destartaladas carreteras. Esas pistas eran un fiel reflejo de la
pésimas condiciones del país, rotas y abandonadas. Debían
aprovechar que los grupos rebeldes mantenían un enfrentamiento más
al sur con las tropas leales al gobierno, para así realizar el
trayecto de forma segura, poder recoger las provisiones y regresar
sin sobresaltos. Dormiría un rato en el camión hasta el amanecer.
El mero hecho de descansar unas horas sin el bamboleo del camión,
aunque fuera en la estrecha cabina, sería todo un lujo para ellos en aquel momento. No se podrían permitir dormir mas que cuatro o cinco
horas, era ya noche profunda y debían estar listos antes de la
salida del sol. No había mucho margen, en cuanto cargaran, deberían
partir a toda prisa antes de que los rebeldes volvieran a tomar el
control de la carretera, cada minuto contaba. Cerró los ojos y
enseguida se quedó profundamente dormido.
Justo con el amanecer, mientras trataba de no volver
a quedarse dormido, a lo lejos se vio llegar el avión que con tanto
ansia esperaban. No se podía decir que hubiera sido un sueño
reparador, pero ver cómo el avión aterrizaba le levantó el ánimo.
Pensar en las cientos de familias que podrían comer los próximos
meses, era lo que le mantenía el ánimo alto, en aquella situación
desesperanteque que ya duraba demasiado. Las sequías, la pérdida de
cosechas por culpa de las plagas y los conflictos entre rebeldes y tropas gubernamentales,
habían sumido la zona en la mayor de las miserias.
Después
de rodar dando pequeños saltos por la pista de arena, el avión se
detuvo ruidosamente cerca de él levantando una gran polvareda. La
puerta se abrió y por ella apareció un voluminoso hombre que cubría su cara con un pañuelo. No lo reconoció al principio hasta
que estuvo más cerca y se descubrió el rostro. Era W, uno de los
responsables de la organización que les suministraba las provisiones
y medicinas. Su función era la de conseguir donaciones, así como
mediar con la FAO y otras instituciones. No le caía muy bien, pero
tenía que reconocer que se le daba muy bien eso de moverse por el mundo del
politiqueo y conseguir que los fondos se mantuvieran estables. Era
muy consciente de la importancia de ese extremo para poder continuar
con la labor.
- ¿Qué tal J? No tienes buen aspecto - le dijo gritando para que se le escuchara por encima del ensordecedor ruido de los motores, mientras le estrechaba la mano. Estuvo tentado de responderle con algún comentario mordaz, a él sí que parecía irle bien, por lo menos tenía 20 kilos más que la ultima vez que se habían visto.
- Ha sido un año duro - dijo mordiéndose la lengua. En el fondo tenía que agradecerle su esfuerzo.
- Bueno estamos aquí y os traemos una sorpresa que seguro que os ayuda a aliviar algo la situación. - le dijo con una amplia sonrisa.
J
se alegró al oír esas palabras, quizás les traían el famoso
arroz dorado del que tanto había oído hablar. Los problemas con las
deficiencias en vitamina A se habían disparado entre los niños y
ese arroz podía ser una auténtica bendición.
- Vamos a descargar rápido - Agarrándole el brazo le llevó a la parte trasera del avión - los pilotos han recibido un mensaje poco antes de aterrizar. Hay movimiento de rebeldes a pocos kilómetros. Se ve que las escaramuzas están cesando. Tenemos que descargar rápido y salir zumbando de aquí antes de que lleguen. Casi ni consigo convencer a los pilotos para que aterrizaran y esta carga no se puede dejar caer en paracaídas.
Abrieron
la puerta de carga del avión. De golpe, una invisible nube de
intenso olor dulzón le golpeó la cara llenándole los pulmones y
revolviéndole el estómago, hubo de hacer un gran esfuerzo para no
vomitar. Cuando habia visto a W con el pañuelo tapando su cara al salir del
avión, había pensado que se debía al polvo levantado por las
hélices en el seco suelo de tierra. Ahora comprendía que era debido
al fuerte olor que salía de allí dentro.
- ¿Huele fuerte verdad? Yo no me he acostumbrado y eso que llevo día y medio sufriéndolo. Tuvimos que esperar 24 horas al sol en el aeropuerto de Ankara, hasta que se coordinó la operación.
J
se asomó al interior para descubrir de donde provenía ese intenso
olor como a fermentación. Cuando sus ojos se acostumbraron a la
oscuridad del interior, lo que vio le dejó perplejo. La bodega de
carga estaba repleta de plátanos. No entendía nada.
- ¿Plátanos? - dijo en voz alta totalmente confundido.
- Sí, plátanos - le respondió lleno de orgullo W - Plátanos de Canarias - añadió con el dedo índice apuntando al cielo - ¿esto no te lo esperabas eh? - Y golpeó complacido el hombro de J con su rechoncha mano.
Durante
unos segundos J no supo qué decir, tenía delante la regordeta cara
de W que sonreía satisfecho como esperando el reconocimiento de una
gloriosa hazaña.
- ¿Esto es una broma? - Consiguió articular pasado el shock inicial. La sonrisa de W se borró de un plumazo.
- ¿Una broma? ¿Cómo que una broma? Pues claro que no - espetó airado - son plátanos de Canarias con muchas vitaminas, potasio y muy nutritivos, pura medicina natural.
J
no salía de su asombro, miró a sus alrededor como queriendo
encontrar algo que le hiciera ver que aquello no era real, que no
estaba ocurriendo realmente y que aún dormía dentro del camión.
- ¿Pero qué locura es esta? ¿A que clase de tarado se le ha ocurrido mandar plátanos? - Dijo enfadado.
- Oye, oye, oye. - W hizo un gesto con las manos pidiendo calma. - Sabes perfectamente lo difícil que es conseguir fondos, os habíamos avisado que las cosas iban a cambiar. La crisis de refugiados en Europa ha consumido muchas reservas de la FAO, además, ya te había dicho que traía una sorpresa. ¿No entiendo que tienen de malo los plátanos? - Preguntó mientras se encogía de hombros.
J
trató de serenarse.
- Cuando dijiste que traías una sorpresa pensé en arroz dorado. - le explicó - Los plátanos no podemos llevárnoslos, será mejor que se queden aquí u os los llevéis de vuelta. Dadnos lo demás y por favor no mandéis este tipo de cosas que no podremos aprovechar.
- Quita, quita, déjate de arroz dorado - W hizo un movimiento con la mano como si se apartara de algo sucio - Eso son transgénicos y no gustan a la opinión pública. Ya sabes que los ecologistas presionan para que no se planten y no nos vamos a poner a malas con ellos, tienen demasiado poder, podríamos tener problemas con los donantes. Eso si, como son muy voluminosos y no podíamos desaprovecharlos, no hemos podido cargar nada más. Pero te he traído plátanos que tienen muchas vitaminas. - concluyó moviendo la mano como un mercader que ofrece su mercancia.
Finalmente J explotó
- ¿Qué no habéis traído nada más que plátanos? - Se llevó las manos a la cabeza - ¿Pero no te das cuenta de la estupidez? - gritó fuera de sí - Me traes una fruta que dura unos días y yo necesito algo con que pueda almacenar durante mucho tiempo, para alimentar cientos de personas durante semanas o meses – su indignación crecía por momentos - Esa gente depende de lo que nosotros les llevemos. Joder, estamos hablando de que es el 70 o el 80% de lo que podrán comer en semanas – Señaló el interior de la bodega - Los plátanos ya llegan la mitad podridos y seguramente cuando yo llegue al campamento lo estarán todos. ¿Qué mierda de nutrientes voy a sacar de una fruta podrida eh? Dímelo, joder dímelo.
Tenía
el pulso acelerado y le temblaban las piernas de la indignación.
W
se quedó allí parado como a punto de decir algo, pero sin llegar a
emitir ningún sonido.
- ¿De dónde mierdas habéis sacado semejante idea? Es que no lo logro entender. - Gritó desesperado mientras se frotaba la cara con las manos.
- En menéame lo propusieron y a mí... yo creí... - Balbuceaba W
- ¿El qué? - J no sabía de qué demonios le estaba hablando.
- El otro día estaba leyendo un debate en menéame, precisamente sobre el arroz dorado – Se arrancó a explicarle - La mayoría de la gente, y no cualquiera, los que más Karma tienen, estaban diciendo que el problema es político, que con voluntad esto se arreglaba. Pusieron el ejemplo de la cantidad de comida que se tira en Occidente. Alguien puso un enlace sobre los excedentes de los productores de plátanos Canarias, que no pueden aprovechar y se estropean. Entonces se me ocurrió hablar con los productores y conseguí que nos dieran esos excedentes - Terminó con una sonrisa complacida como si aquella explicación arreglara el problema.
J
miraba incrédulo a aquel hombre que parecía estar hablándole en un
extraño idioma desconocido para él.
- ¿Qué me estás diciendo? ¿No entiendo nada? ¿Qué narices es menéame y que coño sabe esa gente de las necesidades que tenemos aquí? - Se estaba viniendo abajo por momentos.
- Una página de noticias, donde la gente vota cuál es la más interesante, se comentan las noticias y se debate.
Trataba
de explicarle W, pero J ya no le estaba escuchando. Ya no estaba allí
con el, su cerebro estaba tratando de asimilar la situación. Entonces
fue consciente del desastre y de lo que aquello implicaba en vidas.
Notó como le abandonaban las fuerzas, se sentía mareado, las
piernas le fallaban y no encontraba el aire con el que llenar sus
pulmones. Se apoyó en el avión y cuando estaba apunto de caer
redondo al suelo, apareció H que había acercado el camión para
cargar, justo a tiempo para evitar que cayera al suelo.
- ¿Qué te pasa J? - Le pregunto preocupado.
- Llévame al camión. - Consiguió decir con un hilo de voz.
H
le acercó hasta la cabina del camión casi arrastrándole y le ayudó
a sentarse.
- Debe ser el cansancio acumulado J. - le animó dándole unos golpecitos en el hombro - Tu no te preocupes, bebe agua y descansada, cargamos nosotros el camión.
Se
dio la vuelta para marcharse, pero J le retuvo cogiéndole del brazo
antes de que se alejara.
- Solo han traído plátanos - dijo en un susurro.
H
miró sorprendido a J parpadeando como un pez en una pecera que mira
el mundo exterior sin llegar a comprenderlo.
- ¿Qué quieres decir con solo plátanos? - preguntó remarcando las dos últimas palabras.
- Que no han traído nada mas, ni arroz, ni medicinas, ni nada, solamente plátanos - La voz de J sonaba quebrada y abatida.
- ¿Solamente plátanos? - Repitió mientras se le hinchaban las venas de la frente. - ¿Solo plátanos? Pero... - La indignación hacía que las palabras se le agolparan en la boca - ¡Pero que mierda! ¡Me cago en mi vida!
Gritó
golpeado el camión. Se soltó del brazo de J y se dirigió como un
toro enfurecido hacia W que se encontraba junto el avión.
J
se quedó solo, sumido en una tremenda angustia que le había
bloqueado mente y cuerpo. Aquello no podía ser real. Estaban
muriendo niños, enfermando y debilitándose día a día ¿Y W le
hablaba de una página donde la gente votaba y opinaba? ¿Acaso
votar si un niño moriría hoy o no? ¿Se podía vota eso? No,
moriría por falta de comida lo votaran los del karma ese o no. Que
todo era cuestión de voluntad política y de dinero le había dicho.
¡Pues claro que sí coño, claro que sí, no iban a descubrir la
pólvora ahora! Pero cada día que esas voluntades políticas no se
ponían de acuerdo, cada día que no llegaba el dinero, cada día que
no había un alto el fuego, cada día que no llovía, cada día, la
gente sufría, enfermaba y moría. No necesitaban explicaciones , ni
que les dijeran cuales eran los problemas, necesitaban soluciones,
inmediatas, de urgencia, ahora, realistas y que evitaran las muertes
de hoy y cada día hasta que la cosa cambiara.
Por
la ventanilla le llegaba la fuerte voz de H que gritaba a un W que
respondía ofendido, enzarzados en una fuerte discusión. A pesar del
sofocante calor que ya apretaba tan temprano, comenzó a subir la
ventanilla para aislarse durante un momento del exterior, necesitaba
estar solo. Lo último que pudo oír antes de que la ventanilla
subiera completamente y quedara aislado del exterior fue la voz de W.
- Los transgénicos no son naturales y mira los plátanos, son de Canarias, con sus manchitas negras y todo.
No
entendían nada, en su mundo estable y sin la muerte acechando cada
día, no entendían nada. En ese momento solo podía pensar en las
consecuencias de aquella estupidez. Cerró los ojos y comenzó a
llorar desconsoladamente.
Dedicado a los sabios cuñados que pululan por la red, arreglando el mundo comodamente desde sus sillones.
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