viernes, 4 de septiembre de 2015

Sacar lo que tienes dentro



Movía nerviosamente una pierna mientras esperaba a que le llamaran. No le hacia ninguna gracia estar allí en aquella sala de espera a la vista de cualquiera, mientras aguardaba para entrar a hablar con el psicólogo. Se sentía molesto, aquella situación le resultaba humillante, el no necesitaba un loquero, sabía perfectamente lo que le pasaba y lo que necesitaba.

Se abrió la puerta y salió el psicólogo que amablemente le invitó a entrar. Se sentaron en unos sillones situados uno frente al otro, sin darle tiempo a decir nada al doctor, le exhortó.
- Que conste que yo no estoy loco, si he venido es porque mis padres han insistido, no necesito que ningún loquero me analice, se lo que me pasa y cual es la solución, pero ellos no me quieren escuchar.
Normalmente no se hubiera atrevido a hablar así con un desconocido, pero estaba indignado, las palabras salieron de su boca casi sin pensarlo.
- Esta bien - le dijo amablemente el doctor - Te creo, seguramente todo sea cosa de tus padres, no seria la primera vez que alguien sin ningún problema acaba en esta consulta por la presión de terceros - le dio unas suaves palmadas en la pierna y continuó - Pero ya que estás aquí, si te parece bien, puedes contarme porque ellos creen que tienes que venir a hablar conmigo, así quizás, podamos encontrar la formula para que tus padres te dejen tranquilo.
No se esperaba que le dijera eso, un poco desconcertado por la respuesta se relajó, decidió explicarle a aquel amable doctor cual era realmente su problema, así podría ayudarle y hacérselo entender a sus padres.
Le contó como de siempre había sido una persona muy retraída, ya en el colegio le había costado relacionarse, además la actitud de otros niños, humillándolo públicamente y riéndose de el, habían agravado el problema. Eso había hecho que ya de adulto, cada vez que se veía en la tesitura de tener que comunicarse con alguien que no fuera de su entorno más cercano, la situación le provocaba una serie de desagradables síntomas. Se le secaba la boca, el corazón se aceleraba, comenzaba a sudar e incluso se le revolvía el estomago, en alguna ocasión había llegado incluso a vomitar, después de sufrir una situación especialmente estresante.
Y su vida habría continuado siendo así, de no ser por una conversación, que accidentalmente había escuchado en el metro. Dos mujeres hablaban a su lado. Oyó a una contar los problemas, muy similares a los suyos, que ella había sufrido en la adolescencia. Con el sonido del tren no podía escuchar toda la conversación, pero si pudo oír claramente como la mujer aseguraba, que la solución a su problemas fue, “sacar todo lo que tenía dentro”.

Estuvo días dándole vueltas a lo que había dicho esa mujer, la solución era "sacar lo que tenía dentro", pero ¿Que tenía que sacar?. Recordó que siempre que se encontraba en una situación estresante, le entraban ganas de tirarse pedos. ¿Podía referirse a eso? Aquello, en principio, le pareció absurdo, pero no encontraba otro sentido a la frase "sacar lo que tienes dentro" y la mujer había dicho que su vida había cambiado radicalmente, que ahora podía llevar una vida normal. Decidió probar, total, no tenía nada que perder.
Aquella tarde se dirigió a la parada del metro, buscó una persona con la que poder tratar de entablar una conversación. Al final se sentó en un banco junto a un señor de mediana edad, parecía estar de vuelta del trabajo, tenía cara de buena persona y de no ser violento, no quería que su experimento acabara en una agresión. El solo pensar en lo que iba a intentar, provocó que los síntomas aparecieran de inmediato, y al primer retortijón, relajó el esfínter y un sonoro huesco salió de su trasero. Inmediatamente el señor que estaba sentado a su lado, cambio el semblante y se giró para recriminarle la acción, pero antes de que pudiera decir nada, el muchacho se disculpó.
- Perdóneme señor, estoy enfermo y no puedo controlarlo.
El hombre pareció relajarse.
- Nada hombre, no te preocupes, si estás enfermo y no puedes hacer otra cosa - se encogió de hombros y le sonrío - Como decía mi padre, mejor fuera que dentro. Inmediatamente se sintió más relajado, pudo continuar la conversación sin problemas, estuvieron hablando hasta la llegada del metro. El chico no subió, alegando que esperaba a una persona que llegaba en el siguientes tren. Una vez se hubo marchado el señor y se quedó solo en el anden, estalló de alegría. ¡Había funcionado! La solución había estado ahí y era la mar de sencilla, solo tenía que "sacar lo que tenía dentro".

Desde entonces su vida cambió completamente, cada vez que tenía que hablar con un desconocido o una persona con la que no tenía confianza, ante la aparición de los síntomas, se tiraba un pedo y se relajaba. Aprendió a aliviar de forma silenciosa sin que el interlocutor lo percibiera, elevar el tono de voz, toser o golpear algo, coordinado con la ventosidad, para que no se escuchara. Se convirtió en un maestro del disimulo, lo importante era "sacar lo que tenía dentro", no que el pedo fuera escuchado por la otra persona. Se daba la circunstancia de que siempre tenía ganas de airear, no tenía problemas para sacar un pedo cada vez que lo necesitaba.

Estuvo así un par de años, hizo amigos, encontró trabajo, tenía una vida social de lo mas normal. Pero todo se había torcido hacia unos meses, ya no tenía ganas siempre de peerse, ahora sufría de calambres abdominales, fuertes retortijones y diarrea. Fue al medico, le diagnosticaron intolerancia a la lactosa, hubo de dejar de tomarla y mejoró respecto a su estómago, pero los efectos secundarios fueron devastadores, los pedos desaparecieron. Enseguida sus relaciones se resintieron, ya no tenía un pedo siempre dispuesto a salvarle, perdió la seguridad en si mismo, ya no podía "sacar lo que tenía dentro".
-Así que como usted comprenderá, no necesito un psicólogo, lo que necesito es poder volver a tirarme pedos - Concluyó su relato.
El psicólogo, sorprendido por lo que acababa de escuchar, trató de hacerle ver su error.- ¿Se ha tirado usted alguna ventosidad durante nuestra conversación? - Le preguntó el médico.La verdad es que en esa ocasión no había hecho falta, negó con la cabeza.
- Querido amigo, en realidad es más fácil que todo eso que me ha contado, realmente no necesita tirarse pedos. Seguramente cuando escuchó la conversación en aquel tren, a lo que la mujer se refería cuando hablaba de "sacar lo que tienes dentro", es a que debe compartir tus sentimientos y abrirse con los demás, como ha hecho sin necesidad de pedos, hoy conmigo. La necesidad de tirarse pedos para relajarse, no ha sido mas que un efecto placebo.
El chico enrojeció de la ira, aquel hombre, con el que se había sincerado, al que le había contado su problema, en vez de tratar de ayudarle, estaba tratándole como a un idiota.
- Usted lo que quiere es hacerme creer que estoy loco - le dijo irritado - quiere que yo venga aquí y que me traten como si estuviera zumbado. - Se levantó airado del sillón - No tenía que haber escuchado a mis padres ni haber venido aquí a hablar con usted - se alejó unos pasos en dirección a la puerta y se giró - la gente como usted es el problema de este mundo, se creen que por haber estudiado saben mas que los demás - estaba realmente enfadado - Yo se perfectamente lo que necesito y es poder volver a tirarme pedos - dijo dándose enérgicamente con el dedo en el pecho, abrió la puerta y antes de marcharse sentenció - se que es lo que necesito, y se que es eso, porque a mi me funciona.


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